Para mí, la fotografía de paisaje no termina con el atardecer; simplemente se transforma. Cuando cae la noche, el mundo se convierte en un estudio de paciencia, muy similar al del bodegón. Capturar el astropaisaje es un ejercicio de composición en la oscuridad, donde la luz no se moldea, sino que se recolecta pacientemente. Cada imagen es el resultado de minutos, a veces horas, de exposición, acumulando la luz ancestral de estrellas a millones de años de distancia.

La fotografía de retrato realizada en estudio me ha enseñado a guiar a la persona que hace de modelo, para ayudarla a sentirse cómoda y segura frente a mi cámara, y así expresar su personalidad natural.

En algunos de mis viajes, me llamaron poderosamente la atención determinados edificios, así que no pude resistirme a plasmarlos con mi cámara.

Fotografiar deporte es fotografiar movimiento intentanto capturar la determinación del atleta.

Fotografiar el mar me produce calma, serenidad; soy capaz de estar horas para componer una imagen, jugando con la luz y los filtros.